a Romero
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Romero estaba prexubilandose, máis de vinte anos portaba nas suas grupas, sabiduría e pacencia. Sempre o máis delicado, sempre o máis duro montaba no seus lomos, sempre confiable. Nunca defraudou.
Cando recibimos unha mensaxe de mobil de Iria quedamos, cando menos, sorprendidos. Esa era a primeira vez que Iria, unha nena, xa unha chica , sentía a necesidade de expresar a través da palabra o que quería o que sentía fora da súa familia, alomenos con nos. Conocemola polo seu continuo sorriso, polo seu xesto amable e delicado e pola timida alegría que transmite o montarse nun cabalo. Iria rompeu o seu silencio so para pedir poder volver a montar a Romero... acababa de irse.
Cuando voy a Arteixo, visito o lugar de Os Laranxos (Loureda), donde mi amigo y compañero de la infancia, Waldo Felipez Freire, tiene un picadero de caballos. Yo monto en uno manso y alazán, se llama
“Romero” , y avanzo, con mis hijos, hacia el mar por una fraga que huele a eucalipto y a misterio constante. La infancia allí se me vuelca de súbito con su arsenal de invenciones, en medio del gemido del viento. Más de una vez he pensado en aquellos inviernos cuando mi padre me traía naranjas sanguinas...
tomado de Antón Castro
... A galopar